¡Muy bien, buenas noches! ¡Muy bienvenidos! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡M mi nombre es Francisco López. Sí. Yo nunca en mi vida había hablado con las proponas como usted en un programa a la aire. Aja.

Y me da mucho gusto hablar con usted.

Yo muchas gracias, me llamaba.

Mire, yo tengo ustedes experiencias que me han sucedido.

Dos de ellas son breves y una es poquito larguista.

Entonces, quisiera contarle la última como ve.

Sí, como no muchas gracias.

Lo que tenía que quedar a Archovar ahí, verdad?

Claro que sí.

Bueno, pues, yo tenía aproximadamente unos 10 años o 11 años,

frente a mi casa. Eso sucedió en Matamor,

Sobela. Había una casa al estilo acienda, como en el tiempo de la

revolución, ahí vivían una familia, vivía la renta y yo tenía un amillito,

como a las 11onte de la noche aproximadamente

fui yo a buscar a mi amigo y tenía que pasar por un pasillo oscuro o semioscuro porque

en esa casa no tenía luz eléctrica, había un pasillo que tenía aproximadamente unos 10 o 15 metros. Con digo, hay un pasando por ese espacio, noté un cuadro

en la pared, en algún nombre que vestía traje y corbatas, pero corbatas de moño.

Entonces él estaba de frente, de medio cuerpo, la cabeza de 3-4 o sea, ni de preferir ni de frente.

Tenía el vigote del gadito, facciones de finita da, peinado hacia atrás, el peinador

del amigo, cejas del gadita, el caso es que cuando yo me le quedé mirando poco a poco empezó a mover la cabeza,

y tiró la cabeza hacia mí y sus acciones empezaron a cambiar, los ojos se hicieron más grandes, rojos, los guiotes más largos, la boca más grande.

Y yo sentí tanto miedo que quise gritar, entonces no pude verdad porque no me salía

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