Cuando cruzaba la escuela secundaria, High School, para los de aquí, recuerdo un profesor

que solía decirme, las reglas fueron hechas para cumplirlas. Ya sea que las entendamos

o no, ya sea que estemos de acuerdo o no, las reglas son para cumplirlas. Esto lo decía

fundamentalmente cuando no traíamos la tarea terminada, cuando no nos sujetábamos al horario

escolar, decía no importa si lo entiende o no lo entiende, que ve el, las reglas son para

cumplirlas. Y adulto yo adiero a esta idea, en cuanto respetan las reglas, ya sean civiles,

raciales, morales, deportivas, porque en ninguna sociedad del mundo podría funcionar

correctamente si sus miembros actuaran según su propio capricho y criterio. Imagínate

un partido de fútbol sin reglas, donde juegue Colombia, Argentina, sin reglas, sin horarios,

no, sin tiempo extra, sin reglas para los penales, ¿qué es eso? Pero esas reglas deben

ser siempre simples, pragmáticas, como todas las leyes y ciudadanas, para que logren

su propósito de manera clara y en equipo, que no se pueda equivocar, que la regla se

pueda aplicar y que no tenga aristas que no entendamos, que este turbio, y fundamentalmente

que no admita excepciones de ningún tipo, ¿no? La ley, por ejemplo, no dice, no conduzca

bajo los efectos de alcohol a menos que se dirija su casa después de salir del bar. No, la

ley dice, no conduzca bajo los efectos de alcohol, no dice, bueno, pero si vive cerca del

bar, más o menos vaya de memoria, ¿no? Y tampoco importa si somos ricos pobres y conducimos

una Ferrari o un auto destartalado, sin manejamos bajo los efectos etílicos, estaremos violando

una ley de tránsito, y eventualmente vamos a pagar en el mejor de los casos una multa

y en el peor irá a la cárcel. Y tampoco es relevante si la regla nos parece ridícula o

nos parece irracional o no admite sentido, he de hecho no es necesario estar de acuerdo

para obedecer una regla. Por ejemplo, pensemos en el pecado pragmático y paradigmático

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